3ro de Pascua. Blanco.
Hech 7, 51—8, 1a; Sal 30, 3cd-4. 6. 7b. 8a. 17. 21ab.
Evangelio según San Juan 6, 30-35
La gente preguntó a Jesús: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ‘Les dio de comer el pan bajado del cielo’”.
Jesús respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”. Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”.
Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.
Espíritu de Resurrección
Los peces del océano viven en agua salada y a pesar del medio salado, tenemos que echarles sal cuando los comemos: se conservan insípidos, sosos. Así podemos vivir en la alegría de la resurrección sin empaparnos de ella: sosos. Debemos empaparnos, pues, en la resurrección. El mensaje de la resurrección es alentador, porque es el triunfo completo de la bondad de Cristo. Para comprender el papel de un elemento supongamos que eso falta (para saber lo que es el sol, supongamos que no existe: frío y muerte). ¿Qué sería nuestra Iglesia si no hubiera Resurrección? Si terminara el mensaje en el Viernes Santo: Siempre de luto, ¡¡y la duda y el temor del futuro!! Y todos en penitencia desesperante.
(…) Ahora suponga que Nuestro Señor muere, grita, desaparece… ¡qué triste habría sido! Pero volvió después de su muerte, ¿para decir qué? Que en el Corazón divino no había ningún rencor. ¡Que no había venganza! Que podíamos cooperar con Él. Porque conocemos bien este misterio, no lo apreciamos bastante. No hay que desesperar: los lazos entre el Salvador y los hombres no han sido rotos. Por eso, se presenta tan luego a Pedro, no para decirle que obró mal, sino para decirle que sigue siendo Jefe del Colegio Apostólico y piedra angular de la Iglesia, porque mi muerte es muerte de redención. Éste es su alcance esencial y debe producir la gratitud de mi alma. Es la víctima que vuelve y su primera palabra: «No teman» (Mt 28,10). «Te damos gracias por tu inmensa gloria», es la resurrección.
Nuestro Señor acabó su papel mortal. ¿Se interesa todavía a la tierra? Cristo que se aparece con frecuencia, y dice: Todo mi interés está en la tierra.
(…) No todo es Viernes Santo. ¡Resucitó Cristo, mi esperanza! «Yo soy la Resurrección» (Jn 11,25). Está el Domingo, y esta idea nos ha de dominar. En medio de dolores y pruebas… optimismo, confianza y alegría. Siempre alegres: Porque Cristo resucitó venciendo la muerte y está sentado a la diestra del Padre. Y es Cristo, mi bien, el que resucitó. Él, mi Padre, mi Amigo, ya no muere. ¡Qué gloria! Así también resucitaré «en Cristo Jesús» he resucitado glorioso, en Él he tomado posesión… y tras estos días de nubarrones veré a Cristo. Porque cada día que paso estoy más cerca de Cristo. Las canas… El cielo está muy cerca (al otro lado de la muralla que es el cuerpo). Cuando esté débil lazo se acabe de romper… «deseo morir y estar con Cristo» (Flp 1,23). Porque Cristo nos consuela: las apariciones… Y así siempre. El pan milagro después de 20 siglos. La paz del alma cristiana.
San Alberto Hurtado, SJ.