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11° Durante el año (Verde).
Ez 17, 22-24; Sal 91, 2-3. 13-16; 2Cor 5, 6-10.

Evangelio según San Marcos 4, 26-34

Jesús decía a la multitud: «El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha».

También decía: «¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra».

Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.

Padre brillantes

Recordaba aquello que dice Augusto Cury, el pedagogo y psicólogo brasilero, hay padres cuya preocupación es darle algo a los hijos, lo cual no es poco. Hay que atenderlos. Muchas veces la mamá es la que está más cerca; el papi atiende las posibilidades y los deseos de sus hijos, cuida que no le falten las cosas.

Cury distingue entre los padres buenos y los padres brillantes, una especie de dos categorías, las dos son benévolas, pero dice los padres buenos cuidan de que no les falte nada a sus hijos; los padres brillantes dan algo incomparablemente más valioso a los hijos, algo que todo el dinero del mundo evidentemente no puede comprar que es su ser, su historia, sus experiencias, sus lágrimas, su tiempo. Los padres que viven en función sólo de dar cosas, son recordados por un tiempo. Los padres que se preocupan en dar su historia a los hijos se vuelven inolvidables. Tener el valor de hablar, los papás, sobre los días más lindos y más tristes de sus vidas con sus hijos. Tengan la osadía de contar sus dificultades en el pasado, hablar de sus aventuras, de sus sueños, de los momentos más alegres de su existencia. Humanizarse. Muchos padres trabajan para darle el mundo a sus hijos, pero se olvidan de darles o de abrir el libro de sus vidas ante ellos.

(…) Los hijos registran todas las imágenes sean negativas o positivas, por lo tanto éste es el desafío. De pronto, todos los gestos, más que las palabras son las que van quedando en el registro del corazón.

(…)¿Cuántas cosas quedarán en el nuestro corazón pasado el tiempo? En el fondo son las que tienen valor. Quizás el desafío para el día del padre, sea un poco recordar los gestos. (…) Quizás el homenaje más lindo sea el tratar de traer a la memoria de la cabeza, y sobre todo  a la memoria del corazón, algún gesto que de alguna manera nos haya marcado. (…) Así que bueno, los desafío y me desafío a que cada uno de nosotros pueda recoger en su memoria en estos días para celebrarlo las cosas más lindas; no sólo las palabras, acordemonos de los gestos lindos de nuestros papás o de nuestros abuelos. Éste quería que fuera mi homenaje para ellos.

Ángel Rossi, SJ.