Feria. Verde.
Hb 7, 25—8, 6; Sal 39, 7-10. 17.
Evangelio según San Marcos 3, 7-12
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.
Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Porque, como sanaba a muchos todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo. Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
Otras formas de ser felices
Felices más que los que dan, los que se dan ellos mismos, con la sencillez de saber que era lo que tenían que hacer.
Feliz si abres el bolsillo sin miedo, asomándote, sin gafas oscuras, al corazón de la miseria, no para tranquilizar tu conciencia, sino para meterte en la piel arrugada por el hambre y la enfermedad, y das.
Feliz si tu profesión te sirve para sorprenderte con el cambio de notas musicales en el corazón y el espíritu de los que acuden a ella.
Feliz si te tiras de bruces en el mar de los olvidados, de los marginados, de los pobres…
Felices los que al dar lo más rico de sí mismos, se reconocen pobres, limitados, impotentes, necesitados del otro y de los otros en la ayuda. Felices los que al dar se ven necesitados como el que más del Dios de la vida. Felices los que confían, esperan en Dios y en los que caminan con uno.
Francisco Girón.