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De la Feria. Verde.
Gn 41, 53-57; 42, 5-7. 17-24a; Sal 32, 2-3. 10-11. 18-19.

Evangelio según San Mateo 10, 1-7

Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de sanar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: “No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente”.

Sabiduría ignaciana – «El examen de conciencia es siempre el mejor medio para cuidar bien el alma»

El examen de conciencia es una herramienta que San Ignacio de Loyola legó a los jesuitas y a la Iglesia como un medio para cuidar bien el alma. En nuestra agitada vida cotidiana, es fácil perder de vista nuestra verdadera esencia y descuidar nuestro bienestar espiritual.

Cuando nos tomamos el tiempo para examinar nuestras acciones y pensamientos, abrimos la puerta a un profundo autoconocimiento. Miramos más allá de las distracciones externas y nos sumergimos en nuestro mundo interior para conocer la manera como El Buen Espíritu se ha manifestado en nuestra vida y para reconocer aquellas mociones que provienen del Mal Espíritu. En este espacio sagrado, podemos discernir qué aspectos de nosotros mismos necesitan ser cultivados y qué áreas necesitan ser sanadas, a la vez que nos vamos haciendo más conscientes del modo común como el Mal Espíritu tiene de tentarnos.

El examen de conciencia nos permite identificar patrones negativos y hábitos dañinos que pueden estar obstaculizando nuestro crecimiento espiritual. Al traer luz a estos aspectos oscuros de nuestra vida, podemos comenzar a trabajar en ellos y liberarnos de su influencia perjudicial. Al mismo tiempo, reconocemos y celebramos nuestras virtudes y fortalezas, permitiéndonos crecer y expandirnos en esas áreas.

Este proceso de autoevaluación también nos ayuda a fortalecer nuestra relación con lo divino. Al abrir nuestro corazón y mente al discernimiento espiritual nos alineamos con la voluntad de Dios. El examen de conciencia nos ayuda a reconocer los mensajes y las lecciones que se nos presentan, permitiéndonos crecer en sabiduría y amor.

Javier Rojas, SJ.