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17° durante el año. Verde.
1Re 3, 5-12; Sal 118, 57. 72. 76-77. 127-130; Rm 8, 28-30; Mt 13, 44-52.
Semana 1ª del Salterio.

Evangelio según San Mateo 13, 44-52

Jesús dijo a la multitud: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró. El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. “¿Comprendieron todo esto?”. “Sí”, le respondieron. Entonces agregó: “Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo”.

Puntos para tu oración

“El tesoro es Jesús”, dijo un niño cuando le propusimos contemplar el sentido de esta parábola. Tiene razón, porque el que ha hecho la experiencia de encontrar a Jesús (o mejor dicho, dejarse encontrar por Él), se encuentra con el tesoro que supera toda medida, todo deseo.

El camino de nuestra historia es un camino de búsquedas. Podemos mirar hacia atrás e identificar en cada etapa de nuestra vida cuáles han sido nuestros intereses. En lo hondo, en cada una de esas búsquedas, estábamos ansiando algo que satisficiera nuestros deseos en medida plena.

Seguramente coincidamos que se trata de cosas muy simples: ser amados y amar, ser aceptados y aceptar, valorar y ser valorados, ser abrazados y abrazar. Jesús es el tesoro en quien se cumplen todos estos deseos. Hay un detalle en la parábola que señala la necesidad de negociar, lo cual implica renunciar a una parte nuestra a cambio de poseerlo todo. Cuando hacemos balance de nuestra propia existencia, nos damos cuenta del  negoción” que es sacrificar nuestras miserias a cambio del tesoro que es Jesús, la Vida en abundancia. Sin embargo, la experiencia nos delata que somos agarrados a las baratijas que podemos controlar, que nos entretienen, que simulan darnos sentido y satisfacer… pero que siempre nos dejan con hambre creciente.

Sólo en Dios está nuestra esperanza, sólo en Él el vértigo de la plenitud. Jesús es el tesoro. Vale la pena este negocio. Animarse a desprenderse de todo … a cambio de poseerlo Todo en Él.

Leonardo Nardín, SJ.