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De la feria. Verde.
1Re 18, 20-39; Sal 15, 1-2a. 4. 5 y 8. 11.

Evangelio según San Mateo 5, 17-19

Jesús dijo a sus discípulos: No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.

¿Cómo está tu corazón?

«¿Cómo está tu corazón?»
Me preguntaban una mañana
en aquella comunidad indígena.
Al parecer es su común manera
de preguntar con toda hondura,
una cotidiana pregunta:
«¿Cómo estás?».

Yo me quedé entumecido,
de un silencio invadido
y sin saber qué responder.
Es verdad, hay preguntas
que no sé bien contestar.
Hay preguntas tan simples,
y al mismo tiempo tan complejas.

¿Cómo está mi corazón?
¡Es una muy difícil cuestión!
Muchas veces ni yo mismo lo sé.
¿Mi corazón? ¿Existe?
¿Vive? ¿Siente? ¿Aún palpita?
¿Es de carne o es de piedra?
¿Es flexible o es rígido?
¿Cuándo fue la última vez
que lo percibí, que lo escuché,
que lo sentí y que lo consolé?

¿Cómo está mi corazón?
¡Mi corazón… que misterioso!
Me pareces tan cercano y tan lejano.
Me resultas tan familiar y tan extraño.
¿Cuántas moradas tienes en tu interior?
¿Cuántas personas has amado?
¿Cuántos recuerdos has atesorado?
¿Cuántos fracasos has soportado?
¿Cuántos secretos has guardado?
¿Cuántos deseas has engendrado?
¿Cuántos amores has extrañado?
¿Cuántos lagrimas has derramado?

¿Cómo está mi corazón?
Es una pregunta muy complicada,
porque mi corazón es enigmático,
a veces como un laberinto,
en ocasiones como un pantano
y casi siempre como un océano.
¡Mi corazón! Mi más profundo centro,
íntima sede de mis pensamientos
y cálido hogar de mis sentimientos.

¿Cómo está mi corazón?
Eso sólo lo puedo responder
a través de un dulce mirar,
un mirar que es amar,
un amar que es comprender,
un comprender que es perdonar,
un perdonar que es aceptar
y un aceptar que es confiar.

¿Cómo está mi corazón?
Eso sólo lo puedo saber,
mirando al Corazón de Jesús.
Contemplándole a Él,
para saber quién en realidad soy.
Escuchándole a Él,
para sentir mis más honda verdad.
Abrazándolo a Él,
para que su ternura sane mis heridas.
Amándolo a Él,
para que su amor me ayude
a amarme a mí y a los demás.

¿Cómo está mi corazón?
¡Sufriendo! ¡Llorando! ¡Extrañando!
¡Latiendo! ¡Confiando! ¡Anhelando!
Y por siempre y para siempre amando.

Genaro Ávila-Valencia, SJ.