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Santos Pedro y Pablo, apóstoles. (S).
Hch 12, 1-11; Sal 33, 2-9; 2Tm 4, 6-8. 17-18.

Evangelio según San Mateo 16, 13-19

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. “Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?”. Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.

Pedro y Pablo

Dos hombres diferentes. Dos llamadas diferentes. A Pedro, Jesús le llama mientras recoge las redes. A Pablo, Jesús le llama mientras va persiguiendo a los cristianos. Dos momentos bien diferentes y dos actitudes distintas. Pedro, el hombre del Lago sin mayores prejuicios. Pablo, el hombre que lleva el corazón de resentimientos contra todo lo que suene a Jesús. Ninguno de los dos fue llamado en el Templo. Ninguno de los dos estaba rezando y leyendo la Palabra.

Para Dios no hay espacios especiales. Incluso, a Dios no le importan los momentos. Ni siquiera las actitudes o disposiciones del corazón. La gracia de Dios llama cuando menos lo esperamos. La gracia de Dios llama, incluso cuando le estamos rechazando. El poder de la gracia es más que todos los problemas y dificultades.

Dos milagros de la gracia. Dos milagros de la gracia que nos hablan de las posibilidades de Dios en nosotros. Dos milagros de la gracia que nos hablan de que para Dios nada hay imposible. Dos milagros de la gracia que nos hablan de lo que cada uno podemos ser. Dos milagros de la gracia que nos hablan de que cada uno tenemos nuestro camino.

¿Alguien puede decir que él no sirve? ¿Alguien puede decir que él no puede? “Todo lo puedo en aquel que me conforta” dirá Pablo.

Clemente Sobrado.