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San Justino, mártir. (MO). Rojo.
Inicio del Mes del Sagrado Corazón de Jesús.
Jds 17. 20b-25; Sal 62, 2-6.

Evangelio según San Marcos 11, 27-33

Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él y le dijeron: «¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?».

Jesús les respondió: «Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?».

Ellos se hacían este razonamiento: «Si contestamos: «Del cielo», él nos dirá: «¿Por qué no creyeron en él? ¿Diremos entonces: «De los hombres?»». Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: «No sabemos».

Y él les respondió: «Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas».

El corazón de Jesús

Si algo nos agobia es no tener un lugar tranquilo donde descansar y percibirnos amados gratuitamente. Con frecuencia nos sentimos cansados y exigidos. Luchamos diariamente yendo de un lugar a otro para lograr nuestras metas, pero no tenemos un espacio sencillo y cálido adonde ir a descansar y a recuperar las fuerzas. El agobio puede ser aún mayor si, además, no contamos con un corazón dispuesto a recibirnos tal y como somos.

¿Qué agobia al hombre y a la mujer de hoy? El estrés, sin dudas. Correr de aquí para allá nos enferma silenciosamente. Mayor agobio aun, nos produce estar perdiendo la capacidad de amar y de sentirnos amados gratuitamente.

No hay mejor lugar donde hallar la paz y el descanso que el alma necesita, que el Corazón de Jesús. Ese corazón es nuestro remanso, nuestro bálsamo, nuestro cobijo seguro.

Javier Rojas, SJ y Alejandra Vallina