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San Justino. (MO). Rojo.
Ecle 42, 15-25; Sal 32, 2-9; Mc 10, 46-52.
(LS) 1Co 1, 18-25; Sal 33, 2-9; Mt 5, 13-19.

Evangelio según San Marcos 10, 46-52

Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! Él te llama». Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?». Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

12 Certezas

En el mes de junio, toda la Iglesia se une para celebrar la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Pero, ¿qué significa para nosotros hoy en día celebrar el Corazón de Jesús? ¿Acaso no es una devoción considerada «pasada de moda»? ¿Qué importancia tiene celebrar el «Corazón»? ¿Qué valor puede tener esta devoción que nos conecta más con nuestros abuelos que con nuestra realidad actual?

Cuando hablamos del Corazón de Jesús, no nos referimos únicamente al órgano físico que late en su pecho y bombea sangre a todo su cuerpo. Va mucho más allá. El Corazón representa el centro de los sentimientos y afectos de una persona. Es el lugar donde residen los anhelos más profundos y los proyectos más auténticos. En esencia, el Corazón representa a la propia persona. Por lo tanto, cuando hablamos del «Sagrado Corazón de Jesús», nos referimos a su amor infinito y profundo hacia cada uno de nosotros. Un amor que se manifiesta en el pasado, en el presente y en el futuro. Un amor que está presente en este preciso momento.

Imaginen por un momento la grandeza de ese amor. Jesús, el Hijo de Dios, se hizo humano y caminó entre nosotros. Pero no solo eso, su Corazón ardió con un amor tan intenso que trascendió las barreras del tiempo y del espacio. Su amor nos abraza en cada momento de nuestras vidas, en cada experiencia, en cada alegría y en cada dolor. Es un amor que nos acompaña en nuestras pruebas y nos fortalece en nuestras debilidades.

En medio de las distracciones y preocupaciones diarias, a menudo olvidamos la inmensidad del amor de Jesús hacia nosotros. Sin embargo, el mes de junio nos brinda una oportunidad especial para recordar, comprender y celebrar ese amor. Nos invita a sumergirnos en la profundidad del corazón de Jesús ya experimentar su amor incondicional.

Durante este mes, deseamos compartir con ustedes 12 certezas que encontramos en el infinito amor de Dios, manifestado en el corazón de su Hijo Jesús. Vamos a adentrarnos en cada una de ellas para vivirlas hoy y siempre como un regalo y una muestra de amor.

Javier Rojas, SJ.