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Feria. Verde.
1Ts 4, 1-8; Sal 96, 1-2. 5-6. 10-12.

Evangelio según San Mateo 25, 1-13

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El reino de los cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron  ormidas. Pero medianoche se oyó un grito: ‘Ya viene el esposo, salgan a su encuentro’. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: ‘¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?’. Pero estas les respondieron: ‘No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado’. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’; pero él respondió: ‘Les aseguro que no las conozco’. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora”.

Nos aferramos a la vida

Nos aferramos a la vida dicen que con uñas y dientes pero para mí es con toda el alma.
Nos aferramos a esos segundos en los que la sonrisa parece eterna y otros ojos nos miran como si los nuestros hablaran de esperanza.

Nos aferramos a la alegría como un talismán indestructible, nos aferramos a la fe, cuando alguien que amamos la está pasando difícil, cuando la vida nos pone a prueba, cuando todo pareciera ser tan frágil como un castillo de arena.
Nos aferramos a la vida en las palabras de un amigo, en las manos de un niño, en una flor, un libro, un -Te amo- dicho a tiempo.

Nos aferramos porque queremos sentir más, amar más, luchar más, soñar más.
Nos aferramos porque tenemos miedo, miedo a la costumbre de no aprovechar cada segundo, miedo a la agonía del desamor, a las palabras sin decir, al desaliento, al suicidio del alma cuando no somos valientes.

Nos aferramos, porque un corazón que se entrega a la vida, es una ofrenda que nos hacemos para recordar cada día que no somos más que todo el amor que alguna vez supimos dar, incluso aquel, que le ofrecimos al viento.

Cin Wololo.