San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia. (MO). Blanco.
Hech 15, 7-21; Sal 95, 1-3. 10.
Evangelio según San Juan 15, 9-11
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto”.
Jesús entrega a Pedro el pastoreo de sus ovejas
«¿Me amas?» Y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo.» Díjole Jesús: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21, 17) Aún nos faltaba un gozo: descubrir tu inédito modo de perdonar. Nosotros, como Pedro, hemos manchado tantas veces tu nombre, hemos dicho que no te conocíamos, hemos enrojecido ante el «horror» de que alguien nos llamara beatos, nos hemos calentado al fuego de los gozos del mundo. Y esperábamos que, al menos, tú nos reprenderías para paladear el orgullo de haber pecado en grande. Y tú nos esperabas con tu triste sonrisa para preguntar sólo: «¿me amas aún, me amas?», dispuesto ya a entregarnos tu rebaño y tus besos, preparado a vestirnos la túnica del gozo. Oh Dios, ¿cómo se puede perdonar tan en serio? ¿Es que no tienes ni una palabra de reproche? ¿No temes que los hombres se vayan de tu lado al ver que se lo pones tan barato? ¿No ves, Señor, que casi nos empujas a alejarnos de ti sólo por encontrarnos de nuevo entre tus brazos?
José Luis Martín Descalzo