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Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (S). Blanco.
Éx 24, 3-8; Sal 115, 12-13. 15-16. 17-18; Heb 9, 11-15.

Evangelio según San Marcos 14, 12-16. 22-26

El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?».

Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: «¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?» El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario».

Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.

Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo». Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».

Puntos para tu oración

En nuestra celebración eucarística hay dos grandes partes; la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística. En la primera nos alimentamos con el Pan de la Palabra y en la segunda con el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Pero ambos constituyen el único «pan vivo que descendió del cielo».Juan es un evangelista preocupado de que la Eucaristía no se convierta en “algo” que recibimos sin ninguna repercusión en nuestra vida cotidiana.

Para Juan no hay ningún sacramento cuyo efecto no se manifiesten en nuestras actitudes de todos los días. El Pan que descendió del cielo alimenta nuestra fe que no podemos separarla de la vida cotidiana.

El Evangelio, el pan de la Palabra, es lo que orienta nuestra vida cotidiana: en él está la pauta de vida cristiana que debemos seguir los discípulos de Jesús. En el pan eucarístico está la fuente de amor que nutre nuestra fe y fortalece nuestra caridad con los más necesitados.
El evangelio es la pauta de vida, la eucaristía el alimento. Ambos deben estar intrínsecamente unidos en el corazón del creyente. Jesús nos ha marcado el camino de plenitud y nos ha dado el Pan de vida que no se acaba, pero sólo se convertirá en verdadero alimento si transforman nuestras actitudes; si en nuestra vida hay más justicia que venganza; si el amor es un regalo y no un intercambio para no sentirnos solos, y si la caridad
es un reflejo del amor recibido de Dios y no un ejercicio esporádico que solo tranquiliza nuestras conciencias.

Javier Rojas, SJ.