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Feria. Verde.
Za 8, 20-23; Sal 86, 1-7.

Evangelio según San Lucas 9, 51-56

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?». Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

Tiempo de confiar

Pasan los días y no nos damos cuenta. Nos levantamos para continuar con el ritmo de siempre, en el trabajo, el colegio, en casa, o estudiando… la rutina de cada día. Van pasando los días y puede que nos preguntemos ¿y qué hago aquí? o ¿qué estoy buscando? Estamos pasando desapercibidos del resto del mundo.
Pero si nos fijamos en Jesús, nos damos cuenta de que casi toda su vida pasa completamente desapercibido, como uno de tantos.
Es una invitación a esperar; dejar tiempo para crecer, para ir aprendiendo, madurando, soñando. Es una invitación a confiar. Confiar en aquellos con los que nos cruzamos cada día. Porque éste es el tiempo para los demás. Y también es una invitación a vivir, cada día, como si fuese único. Porque realmente es cada día cuando nos jugamos la vida.

Espiritualidad ignaciana