De la feria.
2Rey 5, 1-15; Sal 41, 2-3; 42, 3-4.
Evangelio según San Lucas 4, 24-30
Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, el sirio”. Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
“Si quieres la paz, no hables con tus amigos, sino con tus enemigos”. Moshé Dayán
La paz es más que la ausencia de guerra. Es un estado de ser, una melodía suave que resuena en el corazón de cada uno de nosotros. Es vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás, aceptando nuestras diferencias y celebrando nuestras similitudes.
La paz es como un jardín floreciente en el alma, donde cada pensamiento de amor es una semilla que brota y cada acto de bondad es una flor que florece. Es un lugar donde la ira y el miedo se desvanecen, y solo queda el amor y la comprensión.
Moshé Dayán dijo una vez, ‘Si quieres la paz, no hables con tus amigos, sino con tus enemigos’. Esta frase nos recuerda que la verdadera paz no se logra evitando el conflicto, sino enfrentándolo con valentía y compasión. Nos recuerda que la paz no es solo para aquellos con quienes estamos de acuerdo, sino también para aquellos con quienes no lo estamos.
Así que, no importa lo que estés enfrentando, recuerda siempre buscar la paz. No solo la paz que viene de evitar la guerra, sino la paz que viene de vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás. Porque esa es la verdadera paz, la paz que brota del corazón y florece en el alma.
Javier Rojas, SJ.
Camino de Cuaresma.
Una luz en el desierto – Parte 9.