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La Santísima Trinidad. (S). Blanco.
Semana 9ª durante el año. Semana 1ª del Salterio.
Éx 34, 4-6. 8-9; [Sal] Dn 3, 52-56; 2Co 13, 11-13.

Evangelio según San Juan 3, 16-18

Dijo Jesús: Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Puntos para tu oración

La Santísima Trinidad es más que un concepto o una fórmula teológica que aprendimos en
el catecismo. La Santísima Trinidad es comunión de amor y de entrega mutua. Dios es vida compartida. Es relación de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

El hijo se hizo hombre, se encarnó para estar con nosotros. Jesús es el abrazo del Padre, lleno de ternura y compasión, que se manifestó al mundo. Él nos enseñó que su Padre, nuestro Padre, es misericordioso.

La Santísima Trinidad también es comunicación. Es la palabra de aliento que consuela al que está triste y desamparado. Es fuerza y cercanía de quien ha perdido la fe y la esperanza. Dios no es solitario. No está encerrado en sí mismo. No se desentiende del mundo. No mira
ni observa desde el cielo, como si estuviera vigilándonos, para castigarnos si cometemos algún pecado. La Santísima Trinidad es comunión y comunicación de amor, del cual participamos por la acción del Espíritu Santo.

Jesús nos envió al Espíritu para que se quedara con nosotros para siempre. Es quien nos recuerda lo que Jesús nos enseñó, quien nos explica las escrituras y el que nos hace llamar a Dios, Padre.

Javier Rojas, SJ.

Encuentros

Ser uno mismo y estar en los otros.
Vivir en una soledad poblada.
Forjar vínculos indestructibles.
Abrazar sin invadir.
Amar sin anular.
Comunicar sin agotar.
Ser uno mismo
Ser nosotros.
Crear mundos,
inspirar sueños,
restañar heridas.
Desplegar la vida
en el tiempo.
hablar en el trueno
y el susurro,
ser batalla sin muertos.

Somos imagen
del Dios de los encuentros.
Tanto amor no cabía
en una única forma
de ser Dios.

José María Rodriguez Olaizola, SJ.