04

Cargando Eventos

Feria. San Juan Damasceno. (ML). Morado/Blanco.
Is 2, 1-5; Sal 121, 1-2. 4-9.

Evangelio según San Mateo 8, 5-11

Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo». Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: «Ve», él va, y a otro: «Ven», él viene; y cuando digo a mi sirviente: «Tienes que hacer esto», él lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos.»

¿Quién espera a quién? 

Nosotros a Dios. Sí, Señor, te esperamos. Con esperanza, con impaciencia, con inquietud e ilusión. Porque seguimos necesitando adivinar en qué rincones te escondes, cuándo te cruzas con nosotros, en qué palabras nos hablas con ternura o con urgencia. Te esperamos porque a veces la vida se nos viene encima, y vivimos acelerados, agobiados, inseguros o sordos. Anhelamos que te hagas más presente, que tu evangelio sea, al fin, buena noticia para tantos… Soñamos que te hagas, una vez más, amigo, maestro, señor en nuestras vidas. Te esperamos porque tantas veces te intuimos y otras tantas te nos escapas. Enséñanos a no desesperar, a preguntar dónde estás, a seguirte buscando, siempre.

Dios a nosotros. Pero tú también nos esperas, y nos llamas. En ocasiones es más difícil darse cuenta de esto. Que tú no fuerzas ni te impones, pero cuentas conmigo. No me arrebatas ni me exiges que viva a tu ritmo, pero sabes que mi corazón latirá de verdad si se acompasa a tu manera de amar. Esperas que me atreva a dar pasos. Que me arriesgue a apostar por ti y por mi prójimo. No te cansas de mis plantones ni mis rodeos, de mis reservas ni mis dudas. No desesperas, pese a mis traiciones. Confías en mí más que yo mismo. Quiero ponerme en marcha, otra vez… Sólo enséñame a dónde.

Pastoral SJ.