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De la feria. Blanco. Prefacio de Navidad.
1Jn 3, 11-20; Sal 99, 1-5.

Evangelio según San Juan 1, 43-51

Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: “Sígueme”. Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encontró a Natanael y le dijo: “Hemos hallado a Aquél de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael le preguntó: “¿Acaso puede salir algo
bueno de Nazaret?”. “Ven y verás”, le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: “Éste es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”. “¿De dónde me conoces?”, le preguntó Natanael. Jesús le respondió: “Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando
estabas debajo de la higuera”. Natanael le respondió: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.

Jesús continuó: “Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees. Verás cosas más grandes todavía”. Y agregó: “Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.

Ven

El mundo había llamado a Dios,
pidiéndole respuestas
desde un silencio atronador: “Ven”.
Ven que no siempre sabemos cuidarnos, querernos, acogernos.
Ven, que demasiadas veces el egoísmo nos ha alejado a unos de otros.
Ven, que nos falta tu luz cuando caminamos en sombras
Ven, que sin ti andamos un poco huérfanos

Y Dios respondió.
Esa noche, en Belén, se juntaron muchos caminos.
A una cuadra, fuera de la posada y del refugio
llegó una pareja joven.
Ella había dicho “Hágase”, sin dudar ante la llamada de Dios.
Él se había fiado de un sueño.
Llegaron también unos sabios de Oriente, que buscaban respuestas.
Y unos pastores que acababan de ver trocada la soledad en fiesta.

Y allí, donde confluían compromiso, confianza,
afán de saber y necesidad,
justo allí
se hizo carne el Amor.
Se hizo vida la Promesa.
Se hizo historia Dios.

No seamos nosotros de los que se quedan lejos,
indiferentes o ajenos al misterio.
No seamos como el rey de corazón de piedra,
encerrado en su palacio
ni como los habitantes de la aldea
que ignoran que a su puerta ha llamado el salvador del mundo.

Seamos, más bien, nuevos profetas del Misterio.
Dios ya es, para siempre, el Dios-con-Nosotros,
y hoy, en esta noche Santa,
nos juntamos para cantarlo. Es la hora.

J.M.R. Olaizola, SJ.