Feria. San Antonio María Zaccaría. (ML). Verde/Blanco.
Gn 21, 3. 5. 8-20; Sal 33, 7-8. 10-13.
Evangelio según San Mateo 8, 28-34
Cuando Jesús llegó a la otra orilla del lago, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que sa- lían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino. Y comenzaron a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?” A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo. Los demonios suplicaron a Jesús: “Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara”. Él les dijo: “Vayan”. Ellos salieron y entraron en los cerdos: éstos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron. Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los ende- moniados. Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.
Sabiduría ignaciana – «En tiempos de desolación, nunca hacer cambios»
Es iluso pensar que estaremos siempre ¡Pum, para arriba! Sin embargo, esto no significa que no aprendamos a gestionar mejor nuestros momentos oscuros o difíciles. Esta frase de San Ignacio nos da una clave para enfrentar los desafíos que se nos presentan.
Todos atravesamos por momentos de incertidumbre y aflicción, donde las emociones se agitan y las respuestas parecen no llegar. En tales circunstancias, la tentación de tomar decisiones precipitadas se hace presente, impulsándonos a buscar soluciones rápidas y superficiales para aliviar nuestro sufrimiento.
Sin embargo, en estas etapas turbulentas de nuestra vida, debemos recordar la importancia de no precipitarnos. Es en estos momentos cruciales cuando debemos resistir el impulso de hacer cambios impulsivos y, en su lugar, buscar la sabiduría y la guía divina. A menudo, nuestra visión se ve nublada por la desesperación y no somos capaces de ver más allá de nuestras circunstancias inmediatas.
La calma y la oración son herramientas indispensables en estos momentos difíciles. Tomémonos un momento para silenciar las voces del miedo y la ansiedad que nos acosan, y busquemos en lo profundo de nuestro ser la fortaleza que solo puede venir de una conexión íntima con lo trascendental. Invitemos a Dios a caminar a nuestro lado en esos momentos, guiándonos con su sabiduría y amor infinitos.
Recordemos que el tiempo de la desolación también es un tiempo de oportunidad. Es una invitación a examinar nuestros corazones, nuestras prioridades y nuestros propósitos más profundos. A través del examen de conciencia y la oración, podemos encontrar una mayor claridad y discernimiento. Dejemos que la luz divina ilumine nuestro camino y nos muestre el camino a seguir.
En tiempos de desolación, recordemos que la paciencia y la confianza en la providencia divina son virtudes indispensables. No permitamos que la desesperación nos empuje a actuar de manera impulsiva y precipitada. Permanezcamos firmes en nuestra fe y busquemos la guía de Dios en cada paso que demos. En su tiempo perfecto, las respuestas y las soluciones se revelarán, y descubriremos que los tiempos de desolación también pueden ser momentos de crecimiento, renovación y esperanza.
Javier Rojas, SJ.