Feria. Santa Faustina Kowalska. (ML). Verde/Blanco.
Ne 8, 1-12; Sal 18, 8-11.
Evangelio según San Lucas 10, 1-12
El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: «¡Que descienda la paz sobre esta casa!». Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: «El Reino de Dios está cerca de ustedes». Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: ¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca». Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
Dios de gran misericordia
Oh Dios de gran misericordia, Bondad infinita,
hoy toda la humanidad clama desde
el abismo de su miseria a Tu misericordia,
a Tu compasión, oh Dios, y grita
con la potente voz de la miseria.
Oh Dios indulgente, no rechaces
la oración de los desterrados de esta tierra.
Oh Señor, Bondad inconcebible que conoces
perfectamente nuestra miseria y sabes que
por nuestras propias fuerzas no podemos ascender hasta Ti,
te imploramos anticípanos tu gracia y
multiplica incesantemente Tu misericordia en nosotros,
para que cumplamos fielmente
Tu santa voluntad a lo largo de nuestras vidas
y en la hora de la muerte.
Que la omnipotencia de Tu misericordia
nos proteja de las flechas de los enemigos
de nuestra salvación para que con confianza,
como Tus hijos, esperemos Tu última venida,
ese día que conoces solo Tú.
Y a pesar de toda nuestra miseria,
esperamos recibir todo lo que Jesús nos ha prometido,
porque Jesús es nuestra esperanza:
a través de Su Corazón misericordioso,
como a través de una puerta abierta, entramos al cielo.
Santa Faustina Kowalska.