De la feria.
Deut 4, 1. 5-9; Sal 147, 12-13. 15-16. 19-20.
Evangelio según San Mateo 5, 17-19
Jesús dijo a sus discípulos: No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no quedarán ni una i ni una coma de la Ley sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
La misericordia es ver más allá de las faltas de los demás y amarlos incondicionalmente
La misericordia radica en ir más allá de las imperfecciones de los demás y amarlos de manera incondicional. Se trata de un gesto de afecto profundo que nos permite percibir a las personas no a través de sus errores, sino a través de su humanidad. Nos recuerda que todos somos falibles, cometemos errores, pero eso no define quiénes somos.
La misericordia es un presente que brindamos tanto a los demás como a nosotros mismos. Al perdonar a los demás, nos liberamos del peso del resentimiento y del sufrimiento. Nos damos la libertad de amar de forma más completa y de vivir con mayor libertad.
Mahatma Gandhi expresó alguna vez: ‘El débil nunca puede perdonar. El perdón es el atributo de los fuertes’. El perdón no denota debilidad, sino fortaleza. Se requiere valentía para perdonar, para dejar ir el dolor y el resentimiento. No obstante, al hacerlo, nos fortalecemos. Nos volvemos más compasivos, más amorosos, más libres.
Entonces, sin importar los desafíos que enfrentes, recuerda siempre ser compasivo. Ama a los demás de manera incondicional, perdona con generosidad, y descubrirás que la verdadera fortaleza reside en la compasión y el amor.
Javier Rojas, SJ.
Camino de Cuaresma.
Una luz en el desierto – Parte 10.