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Feria. Verde.
Col 1, 1-8; Sal 51, 10-11.

Evangelio según San Lucas 4, 38-44

Al salir de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó yse puso a servirlos. Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. De muchos salían demonios, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”. Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.

Amar, ¿qué es amar?

Puede decirse que, en el fondo, el pecado sólo dañó una cosa: el amor; y también puede decirse que la gracia de Dios, que Cristo ganó para nosotros en la Cruz, sólo restauró una cosa y a través de ella, todas: el amor.
Falta de amor: este es el nombre de la desgracia; plenitud de amor: este es el nombre de la Vida. Porque Dios es Amor.
En efecto, creados por amor y redimidos por amor, los seres humanos tenemos como primera referencia, como primer lenguaje, como única felicidad y como fundamental esperanza el amor. Nunca, pues, puede sobreestimarse su importancia en nuestra vida. Equivocarse en esto es equivocarse en todo.

Primera referencia, porque nuestro ser mismo no fue negociado sino simplemente otorgado, y dar, darse es como la naturaleza misma del amor. Lo primero, entonces, que nos pasó se llama amor; y a partir de ese primer y fundamental hecho miramos y valoramos los demás hechos.
Primer lenguaje, porque desde el momento en que el amor ha hecho posible la vida «mi vida y tu vida» desde ese mismo momento nos ha abierto a lo demás y a los demás. Desde que somos instalados en el ser la única llave que nos abre se llama amor. Los lenguajes que luego aprendemos: el de los gestos, las caricias, el llanto, las palabras, son siempre idiomas segundos cuya fuerza expresiva depende del idioma primero del amor. Cuando éste falta o ha dejado serias deficiencias, ningún gesto, ninguna caricia, ningún llanto, ninguna palabra logra reemplazarlo.
Única felicidad, porque sólo en el amor se detiene nuestro connatural anhelo de ser felices. Mal se llama felicidad lo que tiene fin, lo que desilusiona, lo que se compra, o lo que no sacia. Pasa la vida, se agota la vida, se derrumba la vida, y sólo sigue llamándose vida lo que ha construido el amor.
Esperanza fundamental, porque el apetito de amar y ser amado es lo que esperamos en lo que esperamos. ¿Será aquí? ¿Será él? ¿Será ella? Todo depende de qué se responda a una pregunta: ¿me amará? Feliz quien puede responder Sí, porque su Nombre es Amor.

Javier Rojas, SJ.