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Feria. San Bruno. (ML). Verde/Blanco.
Ba 1, 15-22; Sal 78, 1-5. 8-9.

Evangelio según San Lucas 10, 13-16

Jesús dijo: ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza. Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás pecipitada hasta el infierno. El que los escucha a ustedes me escucha a mí: el que los rechaza a ustedes me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a Aquél que me envió.

Una justicia como Dios manda

(…) Jesús ante la pregunta por el mandamiento más importante hace que el amor a Dios y el amor al prójimo sean semejantes. Aún es más claro, cuando Él mismo se identifica con los sufrientes del mundo: “tuve hambre y me diste de comer … les digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.”. Esta experiencia mística que nos vincula amorosamente con Dios de un modo implícito, se ha transformado en una poderosa convicción que abraza y transforma la vida entera. Así lo expresa con pasión San Alberto Hurtado: “El pobre suplementero, el lustrabotas… la mujercita de tuberculosis, piojosa, es Cristo. El borracho… ¡No nos escandalicemos! ¡Es Cristo!”.

(…) Cualquiera puede dar pan al hambriento, sin embargo, no cualquiera presta la atención suficiente como para reconocer a Cristo en las personas despojadas de su humanidad.

Jesús no reconoce como solidarios, generosos, ni siquiera buenas personas a quienes alimentan al hambriento, sino que los llama: Justos. En que con fuerza sostiene que nada puede hacer justo al hombre sino Dios, por medio de Cristo, quien es el único Justo. De esta manera, para los cristianos, la verdadera justicia viene de Dios y se identifica con el amor. (…) Ciertamente podemos estar ante un gesto moralmente bueno, sin embargo, evangélicamente mediocre. (…) Solo un verdadero acto de amor es capaz de elevar a quien recibe.

(…) La verdadera justicia que nos muestra el evangelio, se funda en el amor al prójimo, amor que Dios comparte al ser humano y este lo retorna a Dios en el rostro del prójimo. Todavía más: es Dios, por medio nuestro, quien ama primero a los sufrientes del mundo, antes de que nosotros reconozcamos que de esta misma manera amamos a Dios. (…) Hacer disponible nuestro corazón para que Dios mismo pueda mirar, escuchar y amar a los sufrientes por medio de nuestro amor. Solo entonces acontece una justicia como Dios manda.

Tiempo Magis.