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Feria. San Nicolás de Bari. (ML). Morado/Blanco.
Is 25, 6-10; Sal 22, 1-6.

Evangelio según San Mateo 15, 29-37

Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó. Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los sanó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban sanos, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino”. Los discípulos le dijeron: “¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?”. Jesús les dijo: “¿Cuántos panes tienen?”. Ellos respondieron: “Siete y unos pocos pescados”. Él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo; después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los daba a los discípulos, y ellos los distribuían entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron llenaron siete canastas.

Pregón de Navidad 

Este es tiempo de espera y anhelo, de ilusión, de salir a los cruces y caminos. Es un tiempo de ojos abiertos, de miradas largas como el horizonte y de pasos ligeros por calles y plazas. Este es tiempo de salas de espera, de viajes que llegan con sorpresa, de caminatas alegres y largas, de sueños buenos que se realizan y de embarazos llenos de vida.

Este es tiempo de pregones y sobresaltos, de vigías, centinelas y carteros, de trovadores, profetas y peregrinos, y de todos los amantes de la utopía que van en pos de la estrella que brilla. Este es tiempo de luces, candiles y velas, de puertas y ventanas entreabiertas, de susurros, sendas y pateras, de huellas en el cielo y la tierra y, también, en el corazón de las personas.

Este es tiempo de pobres y emigrantes, de parias, exiliados y desplazados, de los desahuciados de sus casas que se empapan y mojan en la calle y de todos los que no tienen nombre. Este es tiempo de quienes no llegan y rezan, de hogares que se renuevan y mantienen, de los que disciernen serenamente.

Este es tiempo de andar por oteros y valles de de cantar por las cárceles que se abren de romper grilletes, cadenas y fuerzas, de ceñirse coronas de servicio y dignidad, y de madurar como las hojas que vuelan. Este es tiempo de Isaías y Juan Bautista, de María y de José, sin pesadillas, embarcados en la aventura divina y pasando en vela sus horas nazarenas.

Es tiempo que gesta las promesas. ¡Este es tiempo de buenas noticias!

Florentino Ulibarri