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Misa a elección. De la feria. Blanco.
San Raimundo de Peñafort, presbítero. (ML). Blanco.
1Jn 3, 22—4, 6; Sal 2, 7-8. 10-12a.

Evangelio según San Mateo 4, 12-17. 23-25

Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz”. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente. Su fama se extendió por toda la Siria, y le llevaban a todos los enfermos, afligidos por diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los sanaba. Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.

Lo único que sé

Que si nació hoy, que si nació ayer, que si nació aquí, que si nació allá.
Que si murió a los 33, que si murió a los 36, que cuántos clavos, que cuántos panes y pescados.
Que si eran reyes, que si eran magos.
Que si tenía hermanos, que si no tenía.
Que dónde está, que cuándo vuelve.

Yo lo único que sé es que…

A mí me tomó de la mano cuando más lo necesitaba.
Me enseñó a sonreír y agradecer por las pequeñas cosas.
Me enseñó a llorar con fuerzas y dejar ir.
Me enseñó a despertarme saludando al sol y a acostarme con la cabeza tranquila. A caminar muy lento y muy descalza.
Me enseñó a abrazar a todos y a abrazarme a mí. Me enseñó mucho, me enseñó todo.
Me enseñó a quererme con ganas. A querer a quien tengo al lado y a darle la mano.
Me enseñó que siempre me está hablando en lo cotidiano, en lo sencillo, a manera de mensajes y que para escucharlo, tengo que tener abierto el corazón.
Me enseñó que un gracias o un perdón lo pueden cambiar todo.
Me enseñó que la fuerza más grande es el amor y que lo contrario al amor es el miedo.
Me enseñó cuánto me ama a través de 1.000 detalles.
Me enseñó que los milagros sí existen.
Me enseñó que si yo no perdono, soy yo quien se queda prisionera; y que para perdonar, primero tengo que perdonarme.
Me enseñó que no siempre se recibe bien por bien pero que actúe bien a pesar de todo. Me enseñó a confiar en mí y a levantar la voz frente a la injusticia.
Me enseñó a buscarlo dentro y no afuera.
Me deja que me aleje, sin enojarse. Que salga a conocer la vida. A equivocarme y aprender. Y me sigue cuidando y esperando.
Hasta me dejó aprender de otros maestros sin ponerse celoso; porque es de necios no escuchar a todo el que habla de amor.
Me enseñó que solo estoy aquí por un tiempo, y solo ocupo un lugar pequeño. Y me pidió que sea feliz y viva en paz, que me esfuerce cada día en ser mejor y en compartir su luz conociendo mi sombra.
Que disfrute, que ría, que valore, y que Él siempre va a estar en mí…
Que aunque dude y tenga miedo, confíe, ya que esa es la fe, confiar en Él a pesar de mí…

Se llama Jesús…

Gabriela Mistral.