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El Bautismo del Señor. Fiesta. Blanco
Is 55, 1-11; (Sal) Is 12, 2-4bcd.5-6; 1Jn 5, 1-9.

Evangelio según San Marcos 1, 7-11

En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”.

Puntos para tu oración

El Padre se da todo en el Hijo para llevar a cabo su plan divino de ser Todo Él en todos. El Hijo recibe todo lo que el Padre es. Como Dios es amor, pues el Hijo es también eso: amor.

El Espíritu Santo es el encuentro, el efecto, lo que produce ese abrazo amoroso, inmenso, puro del mutuo amor entre el Padre y el Hijo. En el Bautismo vemos nuevamente el abrazo del Padre al Hijo, Jesús, en ese mismo Espíritu y todos los presentes son testigos de las palabras hermosas que salen del centro mismo del corazón de Aquél que ama inmensamente.

¡Qué hermoso es sentir que alguien no quiera, nos ame y exprese con gestos y palabras ese amor que nos tiene! A todos nos viene muy bien escuchar, sentir en el corazón, en la piel, en el centro mismo de nuestro ser que alguien nos ama.

Pues bien, hoy recordamos que Jesús, el Hijo de Dios, en su bautismo recibe todo esto de su Padre. Y Jesús, como respuesta pasó toda su vida expresando, enseñando, con su misión, en gestos y palabras todo el amor que el Padre tiene hacia nosotros. Es decir, todo Jesucristo es expresión de lo que significa el amor de Dios.

Contemplando este pasaje, podemos hacer nuestras las palabras que pronuncia Dios, pues todo sucedió para recordarnos el Inmenso Amor que Él nos tiene a cada uno de nosotros.

En el Jordán, en su bautismo, cada uno de nosotros nace en Cristo, en el Hijo. Hagamos pues el ejercicio de escuchar la voz de Dios que nos habla al corazón gracias al mismo Espíritu Santo que se nos da como regalo. Escúchalo dirigirse a ti con estas palabras: “Tú eres mi hija/o amada en quien tengo puesta toda mi predilección”.

Repítelo varias veces, las veces que quieras, créelo, confía y déjate abrazar… Una vez experimentado el Amor de Dios hacia ti, es necesario ponerse a caminar, escuchar la invitación del Señor: “ve y has lo mismo” con los demás, pues la misión de Jesús debe continuar…

Venimos del Amor, pues aprendamos a amar como el Amor ama para que el Amor sea todo en todos y así podamos volver todos a la Gloria del mismo Amor.

Cristian Marín, SJ.

¿Por qué Jesús se hace bautizar?

Jesús es Dios ¿Pero por qué se hace bautizar? El bautismo de Juan consistía en un rito penitencial, era un signo de la voluntad de convertirse, de ser mejores, pidiendo perdón por los propios pecados. Realmente Jesús no lo necesitaba. De hecho, Juan Bautista trata de oponerse, pero Jesús insiste. ¿Por qué? Porque quiere estar con los pecadores: por eso se pone en la fila con ellos y cumple su mismo gesto.

Bautismo, de hecho, significa precisamente ‘inmersión’. En el primer día de su ministerio, Jesús nos ofrece así su ‘manifiesto programático’. Nos dice que no nos salva desde lo alto, con una decisión soberana o un acto de fuerza, un decreto, sino viniendo a nuestro encuentro y tomando consigo nuestros pecados.

Es así como Dios vence el mal del mundo: bajando y haciéndose cargo. Es también la forma en la que nosotros podemos levantar a los otros: no juzgando, no insinuando qué hacer, sino haciéndonos cercanos, compadeciendo, compartiendo el amor de Dios.

La cercanía es el estilo de Dios hacia nosotros. Dios se manifiesta cuando aparece la misericordia. No se olviden de esto ¿eh? Dios se manifiesta cuando aparece la misericordia, porque ese es su rostro.

Nuestra vida está marcada por la misericordia que se ha fijado sobre nosotros. Hemos sido salvados gratuitamente.

Dios está allí, espera, espera que se abran las puertas de los corazones. Se acerca, me permito decir, nos acaricia con su misericordia.

Papa Francisco.