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6° de Pascua. Blanco.
Hech 16, 22-34; Sal 137, 1-3. 7c-8.

Evangelio según San Juan 16, 5-11

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: “¿A dónde vas?”. Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: Les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré.

Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado. Palabra del Señor.

Meditación. Las diversas intervenciones del Espíritu Santo forman parte de una acción armónica, de un único proyecto divino de amor. La misión del Espíritu Santo consiste en generar armonía —Él mismo es armonía— y obrar la paz en situaciones diversas y entre individuos diferentes. La diversidad de personas y de ideas no debe provocar rechazo o crear obstáculos, porque la variedad es siempre una riqueza.

Por tanto, hoy invocamos con corazón ardiente al Espíritu Santo pidiéndole que prepare el camino de la paz y de la unidad.

Señor, hazme conocer el camino

Hazme Señor, que conozca mi camino.
Ayúdame a entender las etapas de tu designio,
los momentos de luz y los momentos de sombra,
de prueba, al menos hasta el límite de lo tolerable.

Dame a conocer en qué punto estoy en el camino
y donde me encuentro.
Te lo pido por Cristo nuestro Señor.

Señor, Tú que nos escrutas y nos conoces,
sabes lo incapaces que somos
de comprender tu misterio y el nuestro.
Conocemos nuestra incapacidad
para hablar de estas cosas con verdad.

Te rogamos Padre en nombre de Jesús:
mándanos tu Espíritu que escruta la profundidad del hombre
y sabe lo que hay dentro de nosotros,
a fin de que nos haga capaces de conocernos
como somos conocidos de Ti
en la profundidad de nuestro mal,
con amor y con misericordia.

Haz que veamos con ojos verdaderos
lo que hay en nosotros de peso,
opacidad y oposición a Ti.

Haz que sepamos mirarlo a la luz misericordiosa
que viene de la muerte y resurrección de tu Hijo,
Jesucristo nuestro Señor, que con el Espíritu vive y reina contigo
por todos los siglos.

Amén.

Carlo María Martini, SJ.