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El Bautismo del Señor. (F). Blanco.
Is 42, 1-4. 6-7; Sal 28, 1a. 2-3ac. 4. 3b. 9c-10; Hch 10, 34-38.

Evangelio según San Mateo 3, 13-17

Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!». Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió. Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».

Puntos oración

El primer punto de este texto es la ida de Jesús hacia el Jordán, que no es un río muy caudaloso, sin embargo, significativo porque marca una frontera natural de la tierra prometida, por lo tanto, muy importante para la historia de salvación. Cuando se conquistó Jericó, puerta de la tierra prometida, las aguas se abrieron para que pudiera pasar el Pueblo de Dios (Jo 3,10). Cuando Naaman el sirio se sumergió en sus aguas quedó curado (2Re 5, 9), etc. Jesús cruza la frontera de su vida para comenzar un ministerio de salvación y de sanación.

Juan, cuando ver llegar a Jesús, lo reconoce y rechaza su pedido de ser bautizado, pero al final se da cuenta que debe cumplir el rol que éste le asigna, y es recolocado en su lugar, en su misión.

Viene una voz de lo alto, luego del bautismo, reconociendo la filiación y la predilección. La inmersión en el agua, simbolizada en aquella que emanó de la llaga de Jesús, nos sumerge en el misterio de la Cruz y la resurrección, nuevo modo de ser hijos predilectos.

Damián Astigueta, SJ.

¿Por qué Jesús se hace bautizar? 

Después de estos treinta años de vida escondida empieza la vida pública de Jesús. Y empieza precisamente con el bautismo en el río Jordán. Pero Jesús es Dios, ¿por qué se hace bautizar? El bautismo de Juan consistía en un rito penitencial, era signo de la voluntad de convertirse, de ser mejores, pidiendo perdón por los propios pecados. Realmente Jesús no lo necesitaba. De hecho Juan Bautista trata de oponerse, pero Jesús insiste. ¿Por qué? Porque quiere estar con los pecadores: por eso se pone a la fila con ellos y cumple su mismo gesto. Lo hace con la actitud del pueblo, con su actitud [de la gente] que, como dice un himno litúrgico, se acercaba “desnuda el alma y desnudos los pies”. El alma desnuda, es decir, sin cubrir nada, así, pecador. Este es el gesto que hace Jesús, y baja al río para sumergirse en nuestra misma condición. Bautismo, de hecho, significa precisamente “inmersión”. En el primer día de su ministerio, Jesús nos ofrece así su “manifiesto programático”. Nos dice que Él no nos salva desde lo alto, con una decisión soberana o un acto de fuerza, un decreto, no: Él nos salva viniendo a nuestro encuentro y tomando consigo nuestros pecados. Es así como Dios vence el mal del mundo: bajando, haciéndose cargo. Es también la forma en la que nosotros podemos levantar a los otros: no juzgando, no insinuando qué hacer, sino haciéndonos cercanos, com-padeciendo, compartiendo el amor de Dios. La cercanía es el estilo de Dios con nosotros; Él mismo se lo dijo a Moisés: “Pensad: ¿qué pueblo tiene sus dioses tan cercanos como vosotros me tenéis a mí?”. La cercanía es el estilo de Dios con nosotros.

Papa Francisco.