Sábado Santo. Vigilia pascual. Blanco.
Antiguo Testamento: (1ª) Gn 1, 1—2, 2; (2ª) Gn 22, 1-18; Sal 15, 5. 8-11; (3ª) Éx 14, 15—15, 1; (4ª) Is 54, 5-14; (5ª) Is 55, 1-11; (6ª) Bar 3, 9-15. 32—4, 4; (7ª) Ez 36, 17-28. Nuevo Testamento: Rm 6, 3-11; Sal 117, 1-2. 16-17.22-23; Mt 28, 1-10.
Evangelio según San Mateo 28, 1-10
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Angel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán». Esto es lo que tenía que decirles». Las mujeres atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, iciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán».