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Santa Escolástica, virgen. (MO). Blanco.
1Rey 12, 26-32; 13, 34; Sal 105, 6-7ª. 19-22.

Evangelio según San Marcos 8, 1-10

En aquellos días, vio Jesús que lo seguía mucha gente y no tenían qué comer. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima esta gente: ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van a desmayar en el camino. Además, algunos han venido de lejos».

Sus discípulos le respondieron: «¿Y dónde se puede conseguir pan, aquí en despoblado, para que coma esta gente?» Él les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?» Ellos le contestaron: «Siete».

Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo; tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos, para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo entre la gente.

Tenían, además, unos cuantos pescados. Jesús los bendijo también y mandó que los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Jesús los despidió y luego se embarcó con sus discípulos y llegó a la región de Dalmanuta.

La vida puede ser fascinante si uno corre el riesgo de amar

Yo fui llamado hermano. Y eso transformó mi vida para siempre. ¿Qué significa aprender a ser hermano de otro? ¿Qué significa salir al encuentro de otro sin dejar de ser uno mismo y sin querer anular al otro para ser yo mismo? ¿Cómo aprender a encontrarnos?

Esta experiencia me llevo a muchas casas, a muchas sonrisas, a muchas historias. La vida compartida con el otro, con el diferente puede ser muy amenazante si es que uno no tiene clara su identidad, pero puede ser muy fascinante si uno corre el riesgo de amar. 

Y conocer realmente al otro, no es simplemente leer, no es simplemente mirar. Es afectarse, es conmoverse. Es permanecer en esa relación. Es gustar y sentir, es reirse juntos, es trabajar. Es llorar también los desafíos. Involucrarnos unos con otros. Eso es compartir la vida. Eso es realmente encontrarnos.

(…) La libertad que buscamos, la tuya, la mía, la del mundo, no es solamente una libertad de la opresión, sin duda, esa es una dimensión importante de la libertad; pero la libertad que buscamos es la libertad para encontrarnos. Para correr el riesgo del amor. Libertad para poder tocarnos, para poder mirarnos a la cara. Libertad para poder construir algo juntos. Queremos la libertad de todos y de todas.

Las luchas nos desconciertan. Las luchas nos incomodan. Pero las luchas también nos despiertan. ¿Cuál es tu lucha? ¿Por qué estas dispuesta y dipuesto a dar la vida? ¿Tenes una razón por la cual darlo todo? Porque si no tienes una razón para morir, tampoco tienes una buena razón para vivir. 

Cristóbal Fones, SJ.