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San Lorenzo. (F). Rojo.
2Co 9, 6-10; Sal 111, 1-2. 5-9.

Evangelio según San Juan 12, 24-26

Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida la perderá; pero el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme será honrado por mi Padre”.

Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”. Ella respondió: “¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!”. Entonces Jesús le dijo: “Mujer ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”. Y en ese momento su hija quedó sana.

Un hogar

Siempre ha sido un hogar
y no, no piensen que hablo de algo místico
o simplemente de algo que suena muy bonito, pero vacío.

Lastimosamente tendemos a poner todo en las nubes
cuando el cielo está tan cerca que hasta lo ignoramos.

Ha sido un hogar en el amigo que me vió llorar
y corrió, sin saber que decir, para estar conmigo.
En las manos de mi papá que aún trabajan sin descanso
o en las de mi mamá que no sabe que cocinar para gritarme que me ama.

Un hogar en los gestos bonitos de quienes me rodean,
en los que nunca se cansan de querer…

En fin, el Corazón de Dios es un hogar,
más humano que místico,
cercano, con rostro, con nombres,
que siempre sorprende, acoge y está dispuesto a amar.

Alexánder, sc.