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2° de Adviento. Morado. Semana 2ª del Salterio.
Is 40, 1-5. 9-11; Sal 84, 9-14; 2P 3, 8-14.

Evangelio según San Marcos 1, 1-8

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús,  Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: “Mira, Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

Esperar al que viene 

Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento,
un Adviento más estremecido, asustado, aturdido y expectante,
percibiendo cómo avivas en mi pobre corazón
las cenizas del deseo, cómo después de un toque de nostalgia,
la memoria que se despereza y abre sus ojos al pasado
deslumbrado por el agradecimiento.

Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento,
desempolvando mi esperanza,
consintiendo en este esperar,siempre mismo, siempre nuevo,
consintiendo en este tener que esperar para vivir,
en este esperar como afirmación fundamental de mi vida,
en este esperar que traduce la profunda y secreta necesidad
de tender hacia lo que se me presente como inalcanzable
y, por ello, inesperable con mis propias fuerzas.

Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento,
una vez más enfrentado a la paradoja de esperar lo inesperable,
de tener que ejercer esta esperanza para existir,
de hacerme consciente de que ser es esperar.

Aquí estoy, Señor, con la mirada del corazón clavada en este Adviento,
con el anhelo encendido, con el deseo ardiendo,
luchando contra mis miedos y esperanzas
para que el fuego de la esperanza se abra e ilumine el primer paso.

Aquí estoy, Señor, intentando limpiar la niebla de mis ojos,
rogándote que enjugues Tú mis lágrimas
y que tu luz alce mi cabeza y oriente mi mirada
hacia el lugar de la promesa.

Aquí estoy, Señor, aguardando lo que no veo,
lo que no siempre quiero, lo que desconozco,
lo que, sin embrago- ¡qué ironía!- es mi mayor certeza.

¿Cómo aguardar amor y desvergüenza?
¿Cómo negar la espera al Dios de mi esperanza?
Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento,
estremecido, asustado, expectante, enamorado
y sintiendo Tu llamado como la cosa más cierta, más real,
como la única verdad de mi espera.

No te canses de llamar, Señor, no te canses de llegar,
no te canses de venir, Señor, que aquí estoy caminando,
Señor, a Tu encuentro en este Adviento.

Javier Quimsá, SJ.