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De la feria. Verde.
Heb 2, 14-18; Sal 104, 1-4. 6-9.

Evangelio según San Marcos 1, 29-39

Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.

Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a éstos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.

Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”. Y fue por toda la Galilea, predicando en las sinagogas de ellos y expulsando demonios.

Los ritmos vitales

Tomar consciencia de lo que estamos viviendo puede acercarnos al misterio de Dios que ha donado a nuestra vida el código genético de la muerte y la resurrección. Por eso, al preguntarnos, por ejemplo: ¿en qué momento de mi historia me encuentro? ¿Qué han dicho mis gestos y palabras de esta vida que vivo? ¿Qué nació y fue envuelto en pañales durante este año? ¿Qué tuve que cuidar como a algo recién nacido? ¿En qué momento de mi propia historia podría decir que me encuentro? ¿Qué está muriendo o ya cerró su ciclo? ¿Qué debo dejar partir y no retener más? ¿Cuáles han sido las muertes de este tiempo que debo aceptar, hacer duelo y dejar en manos de Dios? Es fundamental reconocer que los términos de las cosas que nos tocan vivir nos dan pie para continuar y no quedar atrapados en el pasado, en lo que no será. Nuestra existencia se vuelve terca y melancólica cuando no aceptamos la muerte.

Por eso, ¿qué presiento que vendrá después de esto que ya no está o que se va yendo de mis días? ¿Es negativo o positivo? Si confiamos en que Dios hace nuevas todas las cosas deberemos renunciar a la idea de que siempre vendrá lo peor, para darle paso a lo contrario: lo mejor está por venir.

Es entonces cuando se gesta algo. Dejar a la vida abrirse camino en medio de las dificultades es aceptar ese código genético inscrito por Cristo al salir del sepulcro y manifestarse a quienes creyeron en la promesa. Promesa que Dios nos hace en cada una de nuestras vidas al modo de una vocación, de un llamado concreto a vivir la propia vida según el deseo profundo de nuestra libertad tocado por la fascinante y tremenda invitación de Dios a vivir en plenitud. Aun cuando las cosas no hayan salido como queríamos o cuando sintamos que de todo lo soñado queda muy poco. Aun así, Dios es capaz de soplar sobre nuestros huesos secos y darles su espíritu. (Cf. Ez 37).

Por tanto, prestar atención con esmero para reconocer que aquello que murió en nosotros y que ha dejado paso a algo nuevo puede ayudarnos a confiar más en los ritmos vitales, no pretender controlar el tiempo y dejar a Dios ser Dios en nuestra propia historia.

Emmanuel Sicre, SJ.