6° Durante el año. Verde.
Levítico 13, 1-2.45-46; Salmo 31, 1-2.5.11; 1 Corintios 10, 31 —11, 1.
Evangelio según San Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.
Puntos para tu oración
Pongámonos en lugar del leproso y preguntémonos ¿reconocemos como él, algún beneficio de Dios a lo largo de nuestra vida que nos mueve a amarlo? Y en consecuencia ¿salimos del encierro de nosotros mismos y manifestamos su bondad de alguna manera? Aquí está la primera luz del evangelio de hoy: en la salvación obrada más allá de la curación de la lepra, en la salida del leproso a los demás, para comunicar la gracia recibida y al mismo tiempo sin saberlo, mostrar la razón de ser del nuevo pueblo de Dios. Esta es la curación profunda realizada por Jesús y la que desea obrar en nosotros, mediante el encuentro con él en el servicio a los demás. En ella está nuestra salvación, como personas humanas e hijos de Dios y explica por qué todo pecado es en su raíz, consecuencia del contrario encierro en nosotros, motivo por el que en la cruz de Cristo está la salvación, que en su apertura total no encierra nada. La segunda luz del evangelio de hoy, está en la revelación de lo que es la relación personal o trato de amistad con Dios. En el caso del leproso, esta se expresó no sólo con una súplica, sino también físicamente al caer de rodillas, dado que es toda la persona la que se relaciona y no sólo algo mental. La misma implica un diálogo: “Si quieres, puedes dejarme limpio. Quiero; queda limpio”. Apreciemos aquí cómo esta relación no requirió un método, una formalidad, ni un lugar sagrado. Por el contrario, fue un encuentro sin protocolo alguno y en la calle. ¿Es así nuestra relación con Dios? ¿Abierta, no acartonada, de toda la persona, en cualquier momento y lugar? ¿De ella se sigue un salir a los demás?
En este gesto radica la autenticidad del encuentro entre el leproso y Jesús, y por medio del mismo, no sólo brilló la luz en la misma oscuridad de su situación desesperada, imagen del prójimo desechado hoy por la lepra de la indiferencia globalizada, sino que, al salir de sí, trascendió la oscuridad y partió a pregonar lo acontecido, con la confianza en quien sólo puede socorrernos. Que nuestra relación personal con Jesús crezca y madure a lo largo de nuestra vida, para que reconociendo sus beneficios nos movamos a amarlo, como pueblo de Dios en salida y servicio a los demás, con iniciativas creadoras.
Guillermo Randle, SJ
Oración a Mama Antula
Dios omnipotente y misericordioso,
que en Santa María Antonia de San José,
incansable peregrina de los ejercicios espirituales,
diste a tu Iglesia un modelo de entrega para anunciar el Evangelio;
concédenos, por su intercesión,
meditar constantemente el misterio de tu Hijo,
para salir al encuentro de los pobres y desamparados.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios,
por los siglos de los siglos.
Amén.
*El día de hoy Mama Antula es declarada Santa por el Papa Francisco.