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El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. (S). Blanco.
Semana 10ª durante el año. Semana 2ª del Salterio.
Dt 8, 2-3. 14-16; Sal 147, 12-15. 19-20; 1Co 10, 16-17.

Evangelio según San Juan 6, 51-58

Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo». Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?». Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente».

Puntos para tu oración

En nuestra celebración eucarística hay dos grandes partes; la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística. En la primera nos alimentamos con el Pan de la Palabra y en la segunda con el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Pero ambos constituyen el único «pan vivo que descendió del cielo».Juan es un evangelista preocupado de que la Eucaristía no se convierta en “algo” que recibimos sin ninguna repercusión en nuestra vida cotidiana.

Para Juan no hay ningún sacramento cuyo efecto no se manifiesten en nuestras actitudes de todos los días. El Pan que descendió del cielo alimenta nuestra fe que no podemos separarla de la vida cotidiana.

El Evangelio, el pan de la Palabra, es lo que orienta nuestra vida cotidiana: en él está la pauta de vida cristiana que debemos seguir los discípulos de Jesús. En el pan eucarístico está la fuente de amor que nutre nuestra fe y fortalece nuestra caridad con los más necesitados.
El evangelio es la pauta de vida, la eucaristía el alimento. Ambos deben estar intrínsecamente unidos en el corazón del creyente. Jesús nos ha marcado el camino de plenitud y nos ha dado el Pan de vida que no se acaba, pero sólo se convertirá en verdadero alimento si transforman nuestras actitudes; si en nuestra vida hay más justicia que venganza; si el amor es un regalo y no un intercambio para no sentirnos solos, y si la caridad
es un reflejo del amor recibido de Dios y no un ejercicio esporádico que solo tranquiliza nuestras conciencias.

Javier Rojas, SJ.