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Feria. Verde.
Col 1, 24–2, 3; Sal 61, 6-7. 9.

Evangelio según San Lucas 6, 6-11

Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si sanaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo. Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: “Levántate y quédate de pie delante de todos”. Él se levantó y permaneció de pie. Luego les dijo: “Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”. Y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. Él la extendió y su mano quedó sana. Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.

Enseñar con el alma

Para poder formar hombres y mujeres para los demás, hacen falta educadores que sean modelos seguibles, los maestros y maestras de alma, no empleados de la educación, sino maestros de alma, porque el joven tiene necesidad de modelos educativos, tiene necesidad de modelos adultos, no adolescentes.

Por supuesto que los jóvenes necesitan educadores cercanos y que comprendan lo que ellos están viviendo pero también y quizá con más urgencia necesitan educadores de lo que ellos sueñan para adelante, para su futuro. Pero en realidad son pocos los profesores, los maestros, que tienen y se animan a darle algo más que su materia.

Martín Descalzo solía decía aquello tan fuerte: «Nos asombramos de que en la juventud de los chicos se enseñe de todo, menos lo esencial» y él ponía la lista de lo que es esencial: el arte de ser feliz; la asignatura del amarse y del respetarse los unos a los otros; la carrera de asumir el dolor y no tenerle miedo a la muerte; la milagrosa ciencia de conseguir una vida llena de vida.

Martín Descalzo decía también «Qué maravilla esos profesores que a parte de su materia, me contaron su vida, me abrieron su alma. Quizá no nos acordamos tanto de lo que me enseñaron pero en cambio no nos podemos olvidar cómo nos enseñaron, la pasión que pusieron en aquella cátedra».

En este sentido, nuestros jóvenes necesitan modelos de paternidad y de maternidad. Necesitan modelos de pastores jugados por sus ovejas, también en la escuela. Hay en nuestros jóvenes una inmensa nostalgia de tierra firme. Y como sabemos muy bien, si no la encuentran en sus padres o en sus maestros, la buscarán en los amigos, si encuentran buenos amigos, los amigos los salvarán, y si no hay amigos, lo irán a mendigar en cualquier ideología, o en los falsos refugios sustitutivos y alienantes, o de la bebida, de la droga, del sexo loco, porque esa necesidad de horizonte, de referencia segura, es algo que el ser humano lleva en sus entrañas y por lo tanto bien o mal no dejará nunca de buscarlo.

Dios pone en nuestras manos fragilidades, de los corazones de los chicos. Cuidamos fragilidades, por lo tanto, ayudarlos es mirarlos, es conocerlos y que nos conozcan y sobretodo es quererlos, esta actitud es el fundamento de nuestra autoridad y es también la posibilidad de acompañarlos. Bellísima vocación de la docencia, ojalá que cada uno de ustedes pueda decir: He aquí una maestra, un maestro de alma.

Ángel Rossi, SJ.