La Ascensión del Señor. (S). Blanco.
Hech 1, 1-11; Sal 46, 2-3. 6-9; Ef 1, 17- 23.
Evangelio según San Marcos 16, 15-20
Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
Y estos prodigios acompañarán a los que crean: Arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán”.
Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.
Jesús sube a los Cielos
La última alegría
fue quedarte marchándote.
Tu subida a los cielos
fue ganancia, no pérdida:
fue bajar a la entraña, no evadirte.
Al perderte en las nubes
te vas sin alejarte,
asciendes y te quedas,
subes para llevarnos,
señalas un camino,
abres un surco.
Tu ascensión a los cielos
es la última prueba
de que estamos salvados,
de que estás en nosotros
por siempre y para siempre.
Desde aquel día la tierra
no es un sepulcro hueco,
sino un horno encendido:
no una casa vacía,
sino un corro de manos:
no una larga nostalgia,
sino un amor creciente.
Te quedaste en el pan,
en los hermanos,
en el gozo, en la risa,
en todo corazón que ama y espera,
en estas vidas nuestras
que cada día ascienden a tu lado.
José Luis Martín Descalzo