(Ntra Sra de los Treinta y Tres. Solemnidad. Patrona de Uruguay).
(LS Jdt 15, 8-10; Sal Jdt 13, 18ab. 19-20; 1Tim 2, 1-6; Lc 1, 39-47).
32° durante el año. Verde. Semana 4ª del Salterio.
Sab 6, 12-16; Sal 62, 2-8; 1Tes 4, 13-18; Mt 25, 1-13.
Evangelio según San Mateo 25, 1-13
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: “Ya viene el esposo, salgan a su encuentro”. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: “¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?” Pero éstas les respondieron: “No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado”. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “Les aseguro que no las conozco”. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Puntos para tu oración
Estamos por comenzar el tiempo litúrgico del Adviento, en poco más de de quice días, y se nos propone comenzar a transitarlo con una actitud especial: “estar prevenidos”, “estar atentos”, “estar alertas”. Para alcanzar este estado, Jesús propone que oremos incesantemente y dejemos de lado lo que nos aturde, lo que nos altera, lo que nos saca de la realidad. El Señor se hace presente en nuestro mundo pero, para encontrarlo, debemos tener despiertos los sentidos. El Señor, entonces, nos invita a entrar en un estado de vigilancia. Los excesos bien pueden alterarlo, así como la embriaguez.
Pero también la preocupación. Y en esto, los evangelios son insistentes: “No estén preocupados por su vida”, decía Jesús (Lc. 12,22); “no tomen nada para el camino” (Lc 9,3); “quien quiera salvar su vida, la perderá” (Lc 17,33); es inútil andar levantándose por la noche, porque “la semilla crece sin que se sepa cómo” (Mc 4,24). Ciertamente, tenemos muchos motivos para estar preocupados. Podríamos hacer una larga lista de motivos que justifiquen nuestro estado de alerta, de anticipación, de resguardo: la situación económica, la inseguridad, la división política, el flagelo de la droga, la falta de trabajo. Y también podríamos hacer una larga lista de consecuencias de este estado: soledad, miedo, frustración, enojo. Todo esto resulta normal.Pero esta normalidad nos aleja del presente, de la vida que se abre a nuestro alrededor. En otras palabras, esta normalidad no nos permiten contemplar que el Señor se hace presente en este mundo y sigue sembrando semillas de esperanza.
Para dejar de lado la preocupación, la ansiedad, quizá no exista otro remedio que el que Jesús da: “oren incesantemente” para confiar en quien se ha hecho cargo de nuestro nombre y lo lleva tatuado en las palmas de su mano (Is 49,16).
Maximiliano Koch, SJ.