Feria (Verde) o Memoria libre (Blanco). San Hilario, obispo y doctor de la Iglesia.
1Sam 9, 1-6.10.17-19; 10, 1a; Sal 20, 2-7.
Evangelio según San Marcos 2, 13-17
Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: “¿Por qué come con publicanos y pecadores?”. Jesús, que los había oído, les dijo: “No son los sanos quienes tienen necesidad del médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”.
No necesitas cambiar
Año tras año nos repetimos los mismos propósitos, muchas veces inalcanzables o complejos, para el Año Nuevo. Y, sin embargo, no es raro que tras poco más de un mes no hayamos cumplido ninguno de ellos.
Cuando queremos cambiar algo de nuestra vida, San Ignacio nos invita a considerar –antes que grandes y radicales transformaciones en nuestro modo de vivir– el poner primero nuestra “creación, vida y estado para gloria y alabanza de Dios nuestro Señor” [189]. Orientar lo que ya somos hacia Dios, antes que querer cambiarnos. No necesitamos ser otra persona después de Año Nuevo. Más bien debemos aprovechar el impulso del cambio de año para acercarnos más a Dios, tal y como hemos sido creados, con y desde nuestras formas de ser y estar.
Espiritualidad Ignaciana.