De la Octava de Pascua. Blanco.
Hech 3, 11-26; Sal 8, 2a. 5-9.
Evangelio según San Lucas 24, 35-48
Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: “¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo”. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: “¿Tienen aquí algo para comer?”. Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: “Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”. Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”.
Luces de resurrección.
¿Cómo cultivar la alegría con prácticas diarias? La alegría es el sentimiento central de la resurrección y es un don del Espíritu que debemos cultivar intencionalmente con prácticas diarias para mantenerla encendida en nuestro corazón. Una forma de cultivar la alegría es reducir la velocidad de nuestra vida y estar presente en lo que hacemos, notando lo que está bien, ya que aquello en lo que enfocamos nuestra atención impacta en nuestra vida. Otra forma de cultivar la alegría es apreciar los pequeños momentos y decir «sí» a las oportunidades que nos traen bienestar. Practicar la gratitud pensando en una o tres cosas por las que estar agradecidos todos los días también puede fomentarla.
Cultivar la alegría requiere un cambio de perspectiva, reconociendo que podemos encontrarla en los pequeños momentos de la vida cotidiana. Al elegir estar cerca del corazón de Jesús resucitado y tomarnos el tiempo para apreciar las pequeñas cosas que nos rodean, como Él nos enseñó, podemos cultivar la alegría en nuestra vida diaria.
Recuerda: reducir la velocidad de la vida, valorar los pequeños momentos y pensar en cosas que te despiertan gratitud.
Javier Rojas, SJ.