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Misa a elección. 6° de Pascua. Blanco.
San Isidro, Labrador. (ML). Blanco.
Hech 16, 11-15; Sal 149, 1-6a. 9b.

Evangelio según San Juan 15, 26—16, 4

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio. Les he dicho esto para que no se escandalicen. Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios. Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho. No les dije estas cosas desde el principio, porque yo estaba con ustedes”.

Luces de Resurrección

Aceptación Incondicional. La aceptación incondicional es un fruto preciado de la resurrección de Jesús, va más allá de las limitaciones humanas, trasciende nuestras imperfecciones y se ofrece sin restricciones ni condiciones. ¿Cómo poner en práctica la aceptación incondicional?

En primer lugar, aceptar incondicionalmente a los demás tal y como son, sin juzgar ni condenar. Es importante aprender a reconocer la dignidad de cada persona, independientemente de sus errores o diferencias.

En segundo lugar, trabajar en nuestra propia estima. Es decir, reconocer nuestra propia valía y cultivar una autoestima saludable basada en una comprensión profunda de nuestro ser y de nuestro propósito en la vida.

En tercer lugar, debemos aprender a valorar lo que tenemos y a aceptar lo que no tenemos. Esto significa cultivar la gratitud y a aprender a apreciar lo que tenemos en lugar de estar comparándonos con los demás.

En cuarto lugar, la aceptación incondicional nos anima a dejar atrás los resentimientos, las heridas y las barreras emocionales que nos separan de los demás, y a buscar la reconciliación y la unidad.

Y, por último, aprender a valorar lo que tenemos en nuestras vidas. Esto significa apreciar los pequeños momentos de felicidad y disfrutar de las bendiciones que se nos da como un regalo precioso.

Javier Rojas, SJ.