Feria (Verde).
2Cor 3, 15 — 4, 1. 3-6; Sal 84, 9ab. 10-14.
Evangelio según San Mateo 5, 20-26
Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice merece el infierno. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Fuegos de Pentecostés – El don de fortaleza
El don de crecer en la adversidad. El don de fortaleza es la fuerza de Dios en nosotros. Es el que nos da la perseverancia y la valentía para atravesar situaciones difíciles. Todos hemos pasado por momentos en los que nos sentimos cansados, desanimados o desesperados. En esos momentos, es cuando el don de fortaleza nos da la capacidad para sobreponernos; para volver a estar de pie y dar un paso más. Cuando creíamos que ya no podíamos andar este el don del Espíritu que nos hace superar los desafíos, resistir las pruebas de la vida y volver a confiar.
La fortaleza es la energía de Dios que nos empuja, levanta y sostiene para superar cualquier dificultad y la que convierte las pruebas en una oportunidad para crecer y fortalecernos. Este don maravilloso es el que nos da la fuerza y la tenacidad para atravesar las noches oscuras y superar los desafíos que se nos presentan.
El don de la fortaleza es la capacidad de superar las tentaciones y las adversidades que se nos presentan. En lugar de rendirnos y sucumbir a los problemas, este don divino nos inunda de valentía y perseverancia para continuar. La fortaleza nos ayuda superar los obstáculos y a seguir adelante con determinación y confianza.
Con la ayuda de Dios, podemos convertir cualquier dificultad en una oportunidad para crecer y fortalecernos.
Javier Rojas, SJ.