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San Buenaventura, obispo y doctor de la Iglesia. (MO). Blanco.
Gn 49, 29-32; 50, 15-26a; Sal 104, 1-4. 6-7.

Evangelio según San Mateo 10, 24-33

Jesús dijo a sus apóstoles: El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No los teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repít anlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquél que puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre de ustedes. También ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquél que reniegue de mí ante los hombres.

Ser amigos

Yo os diría
que todo se puede resumir
en ser amigos de Cristo,
pero amigos verdaderos.
Él ya nos ha elegido por amigos:
“Vosotros sois mis amigos”.
Ahora es necesario
que nosotros le elijamos a Él
como amigo nuestro,
pero amigo de verdad,
como nuestro mejor amigo.
Para convertirnos a Él,
para unirnos más íntimamente a Él,
para identificarnos con Él,
no hay camino más recto
que el que pasa por la Eucaristía.

Pedro Arrupe, SJ.