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Feria. San Alberto Magno. (ML). Verde/Blanco
Sb 6, 1-11; Sal 81, 3-4. 6-7.

Evangelio según San Lucas 17, 11-19

Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”. Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino, quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?”. Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.

Preguntas eternas

Creer es preguntar. Preguntar por Dios, por su voluntad, por su presencia, por el bien y por el mal, por el dolor y la alegría, la vida, la muerte. Preguntar, aunque mil veces nos responda el silencio.

Rastrear en las respuestas de otras personas, en las historias vividas por otros, de antes y de hoy. Creer es poner nombre a las cosas, sabiendo que es un balbuceo de lo que de algún modo intuimos.

Creer es dudar, también.

Somos buscadores. Ansiosos de respuestas. Pero a veces hay que resignarse a una incertidumbre valiente. El que pretenda saber todo sobre Dios es un necio o un infeliz. ¿Cómo intuir lo eterno desde nuestros días contados? ¿Cómo asomarse a un más allá para el que no conocemos la frontera? ¿Cómo encontrar sentido en un mundo tan loco?

Preguntas eternas, que se formulan hombres y mujeres de todas las épocas. Preguntas genéricas, a veces filosóficas, altas, inabarcables. Pero otras veces concretas y tangibles, cuando tienen que ver con nuestras encrucijadas vitales. No sé si encontraremos muchas respuestas. Pero que nunca nos falte la valentía para preguntar.

 

Es verdad que no lo sabemos todo. Pero vamos aclarándonos. En medio de la maraña de ruidos, discursos, incertidumbres, en la vida se van asentando algunas verdades sencillas.

Verdades que normalmente suponen dejar de lado la pompa, los grandes pronunciados. Verdades que tienen que ver con el corazón, el afecto, nuestra desnudez vulnerable y la humanidad auténtica. Y la verdad de Dios, inasible, tiene que ver con el amor, con nuestra ansia de eternidad, con esta libertad que nos hace tan poderosos.

Pastoral SJ.