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Feria. San Luis Orione. (ML). Blanco.
Hch 16, 22-34; Sal 137, 1-3. 7-8.

Evangelio según San Juan 16, 5-11

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: “¿A dónde vas?”. Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado.

Nada se parece tanto al amor como el cuidado

Nada me parece tan cercano al amor como el cuidado,
ese que está en las pequeñas cosas de la vida, sin grandes hazañas, ni capas y espadas,
en arropar a mi hijo o llevarle la ropa con olor a sol, antes que entre a la ducha,
en el mate que me lleva en silencio mi compañero cuando estoy estudiando, en su paciencia para sacar las hojas secas de cada planta del jardín o en la forma tan especial que tiene de abrazarme de noche como cuidándome el sueño.
Cuidarnos en los pequeños detalles, que rompen con lo ordinario, en eso que solo resalta cuando se sabe el significado, en el libro abierto sobre la mesa con las palabras exactas.
Ese cuidado que está en el mensaje que me manda todos los días mi amiga, para preguntarme como amanecí, en la manera en que mi mamá acompaña a mi papá al médico, o me trae miel cuando me duele la garganta, en cada vez que mi papá me dice que abrigue o nos recomienda cambiar la luz de la calle.
Ese cuidado que está cuando uno tiene fiebre y el otro se queda sin dormir para ponerle paños fríos.
En acariciar un perro, ponerle agua limpia a los zorzales, esperar que alguien querido te avise que ya llegó a casa.
Ese cuidado que está, en preguntar que necesita el otro, en ser presencia y no solo palabras.
En soplar despacito sobre los raspones de los demás.
En habitar con respeto las almas que se comparten con las nuestras.

Nada se parece tanto al amor como el cuidado.
Que bendición poder darlo,
pero también aprender a recibirlo como un regalo de la vida.

Cin Wololo.