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(Nuestra Señora del Carmen).
15° durante el año. Verde. Semana 3ª del Salterio.
Is 55, 10-11; Sal 64, 10-14; Rm 8, 18-23.

Evangelio según San Mateo 10, 24-33

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron.

Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.

Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!”. Los discípulos se acercaron y le dijeron: ¿”Por qué les hablas por medio de parábolas?”.

Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: ‘Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los sane’.

Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.

Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: éste es el que recibió la semilla al borde del camino.

El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.

Puntos para tu oración

En esta lectura nos encontramos con un Jesús cercano a la multitud que despliega una vez más su deseo de enseñar y mostrar lo relativo al Reino. Está centrado en su misión y se alarga con gusto en ella. Lo que explica simbólicamente es su propia experiencia respecto a las diversas formas de adhesión a su llamado que va notando en su camino. Su palabra eficaz no siempre es recibida con la disposición adecuada; pero cuando sí lo es, esta genera abundancia y fruto.

Reparemos en el hecho de que Jesús enseña por medio de símbolos. En nuestra historia ha habido grandes maestros que han desplegado otros medios de enseñanza: Sócrates ayudaba a pensar por medio de preguntas, el tebano Tiresias lo hacía también por medio de paradojas; en oriente, algunos maestros enseñaban por medio del silencio, el vacío y la no acción. En cada caso, el verdadero maestro se presenta siempre como una invitación a escuchar con profundidad la propia experiencia, para descubrir en ella la secreta gestación de caminos contrarios: uno de “desacierto, falta de profundidad, esterilidad y ahogo” y otro de “posibilidad de crecimiento, profundidad y fruto”.

Jesús nos ayuda a oír con examen sereno esta encrucijada latente en nuestra
experiencia, que pide de suyo nuestra libre decisión. Con su ayuda respetuosa,
desde el vínculo con él, aparecen también aquellos medios salvíficos (talentos,
otros vínculos, recuerdos) que nos dan fuerza y hacen posible el riesgo de nuestro sí.

Ignacio Puiggari, SJ.

Oración a Ntra. Sra. del Carmen

Reina del Cielo, sé mi guia, sé mi senda de llegada al Reino.

Toca con tu suave mirada mi duro corazón, Ilena de esperanza mis días de oscuridad y permite que vea en ti el reflejo del fruto de tu vientre, Jesús.

No dejes que Tus ojos se aparten de mi, y haz que los míos te busquen siempre a ti, ahora y en la hora de mi muerte. Amén