Santos Cornelio y Cipriano. (MO). Rojo.
1Tm 1, 15-17; Sal 112, 1-7; Lc 6, 43-49.
(LS) 2Co 4, 7-15; Sal 125, 1-6; Jn 17, 1. 11-19.
Evangelio según San Lucas 6, 43-49
Jesús decía a sus discípulos: “No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla su boca. ¿Por qué ustedes me llaman: ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la inundación, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande”.
¿Cuál es tu nombre?
Pasas por la vida
y por la historia,
dándonos un nombre.
A cada uno, el nuestro.
En tu forma de llamarnos
trenzas amor y misión
Pescador de hombres,
Talladora de sueños.
Sembrador de esperanza.
Pintora de verdades.
Escultor de belleza.
Guardiana del silencio.
Cocinero de alegrías.
Sanadora de espíritus.
Amigo paciente.
La que quita cadenas.
Hogar humano.
Hacedora de caminos.
Refugio del herido.
Testigo fiel.
Promotora de justicia
Defensor de la vida.
Sí, Señor,
a cada uno
nos das
un destino,
un talento,
y una forma de ser
como Tú.
José Maria Rodriguez Olaizola, SJ.