Sábado después de Ceniza. Morado.
Is 58, 9b-14; Sal 85, 1-6.
Evangelio según San Lucas 5, 27-32
En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano, llamado Leví (Mateo), sentado en su despacho de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció en su casa un gran banquete en honor de Jesús, y estaban a la mesa, con ellos, un gran número de publicanos y otras personas. Los fariseos y los escribas criticaban por eso a los discípulos, diciéndoles: “¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores?” Jesús les respondió: “No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”.
Sorpréndenos
Un día apareció un hombre en el horizonte
y reavivó las ascuas de nuestra tenue esperanza .
Un día apareció un hombre que tenía magia en la voz,
calor en sus palabras y embrujo en su mensaje.
Un día apareció un hombre con fe en nuestros gestos,
la fuerza de su ser y un corazón grandísimo.
Un día apareció un hombre, que hablaba cual ninguno,
invitándonos a cambiar la vida y convertirnos.
Un día vino un hombre que rompió nuestros esquemas
para hacernos soñadores, tiernos y libres.
Un día apareció un hombre tan sencillo y humilde
que nunca se consideró el centro de sus actuaciones.
Un día apareció un hombre que entabló un diálogo sincero
porque no buscaba ni pedestales ni engaños.
Un día apareció un hombre que tomó la iniciativa
y abrió una brecha en nuestra historia y vida.
Un día apareció un hombre que se acercó
a los más pobres y marginados de su tierra.
Un día apareció un hombre que nos invitó
a ser sus discípulos y a seguir sus huellas.
Un día apareció un hombre que, gratuitamente,
nos enseñó el camino para ser hijos de Dios.
Un día apareció un hombre que en su pueblo
no pudo realizar milagros porque no encontró fe.
Un día apareció un hombre tan cercano y transparente
que todo él era reflejo y presencia de Dios.
Un día apareció un hombre que era vecino nuestro
y, en vez de sorprendernos, desconfiamos de él…
Un día viniste tú, Jesús.
Ven hoy también, Señor,
y sorpréndenos.
Florentino Ulibarri.