Corazón Inmaculado de la bienaventurada Virgen María. (MO). Blanco.
Is 61, 9-11; 1Sam 2, 1. 4-5. 6-7. 8abcd (R.: cf. 1a).
Evangelio según San Lucas 2, 41-51
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolo y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados».Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?». Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Consagración al Inmaculado Corazón de María
Virgen María, cada ser humano transmite y comunica a los demás aquello que lleva en el corazón.
Por eso, hoy queremos pedirte un corazón semejante al tuyo.
Queremos pedirte, Madre, un corazón fraterno, que nos enseñe a ser verdaderos hermanos.
Queremos pedirte, Madre, un corazón de niño, para recuperar la sencillez de la infancia.
Queremos pedirte, Madre, un corazón puro y claro, como una fuente de agua, de las más cristalinas.
Haz que nuestro corazón crezca y desarrolle todo su potencial, a fin de que llegue a ser un corazón grande para entregarse, tierno y sobreabundante de compasión.
Que éste corazón que Dios nos ha dado, sea cada día un poco más fiel, generoso y agradecido, de manera tal que no olvidemos ningún bien, pero que tampoco guardemos rencor por ningún mal.
Modela nuestro corazón para que sea semejante al tuyo y al de tu Hijo Jesús: manso, desinteresado y humilde; un corazón grande e indómito que no se de por vencido ante las dificultades de la vida, ni se retraiga y cierre a causa de la ingratitud; que su mayor deseo sea dejarse amar por su Creador, y devolverle ese amor en cada hermano, haciendo en todo lo que más agrada a Dios, para su mayor gloria. Amén.