24° durante el año. Verde. Semana 4ª del Salterio.
Ecle 27, 30–28, 7; Sal 102, 1-4. 9-12; Rm 14, 7-9.
Evangelio según San Mateo 18, 21-35
Se acercó Pedro y dijo a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: ‘Dame un plazo y te pagaré todo’. El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: ‘Págame lo que me debes’. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?’. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.
Puntos para tu oración
Estamos ante el tema del PERDÓN. Los hombres y mujeres de todos los tiempos siempre nos preguntamos por el tema del perdón. Porque con frecuencia rompemos la armonía, el diálogo, el encuentro, la amistad, los vínculos con los otros. Ya sea por culpa nuestra o por los demás. No obstante, cualquiera fuera la causa, sufrimos la ruptura, la separación y el alejamiento del otro. No es lo mismo estar en armonía con alguien, estar bien con la otra persona, que mirarle a los ojos a nuestra pareja, hermano, o amigo, y ver que hay un dolor, una tristeza, una herida en esa persona. Y a veces causado por nosotros, por nuestra naturaleza pecadora, debilidad, egoísmo, indiferencia o simplemente por nuestra maldad. La ofensa, la herida, el dolor, la injusticia causada necesita ser reparada, dialogada, y ofrecer o pedir perdón. En la antigüedad había varios códigos de justicia ante la ofensa producida para repararla, “como el ojo por ojo, diente por diente”, había un límite en el ajuste de cuenta, para que no se produzca mayor daño o injusticia. Pero ante la pregunta de Pedro a Jesús, por su manera de responder, nos dice que hay que perdonar siempre. Porque estamos invitados a parecernos a nuestro Padre que es misericordioso y compasivo, y que siempre nos perdona. Dios está muy interesado en volver a estar en comunión y armonía con nosotros. Por eso el Padre por medio de Jesús, el Hijo, vino a ofrecernos la salvación, el perdón y la reconciliación.
Pongámonos en la escena del relato bíblico, y preguntémonos sobre nuestra situación, para que
la Palabra de Dios nos ilumine, libere, enriquezca y nos lleve a obrar con compasión y misericordia.
¿Cómo estoy conmigo mismo? ¿Tengo algo que reprocharme? ¿Tengo algo que perdonarme, o pedir perdón, tendría que ser más misericordioso conmigo mismo? Con los demás: ¿Tengo algo que
reconciliarme, reparar, pedir perdón, perdonar, para recuperar la armonía, la alegría, la paz, y la frescura en los vínculos? Con Dios, con la Casa Común: ¿Qué debo reconciliarme con mi Padre
bueno del cielo? ¿Qué debo hacer para cuidar, amar, recrear y embellecer este mundo tan hermoso que Dios me regaló? “En el atardecer de la vida seremos juzgados en el amor”. El perdón y la reconciliación tienen que ver con el amor.
Dios nos ama tremendamente, por eso nos busca con tanta ternura y nos perdona, nos reconcilia, y nos muestra de esa manera, cómo nos quiere: amando. Hacemos un diálogo sencillo con Dios y le pedimos nos de un corazón que ame y sea perdonador.
Salvador Verón, SJ.
Mi amistad procuras
«¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,que a mi puerta cubierto de rocío pasas las noches del invierno oscuras? ¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras pues no te abría! ¡Qué extraño desvarío si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el Angel me decía: -Alma, asómate agora a la ventana,verás con cuánto amor llamar porfía!- ¡Y cuántas, hermosura soberana, -Mañana le abriremos-, respondía, para lo mismo responder mañana!»
Lope de Vega.