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Feria. Morado.
Dn 13, 41c-62; Sal 22, 1-6.

Evangelio según San Juan 8, 1-11

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer, volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.

Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”. Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo.

Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos.

Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?”. Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno –le dijo Jesús–. Vete, no peques más en adelante”.

Paz: Cultiva la paz interior y verás cómo se refleja en tu lenguaje y acciones”.     

«Cultiva la paz interior y verás cómo se refleja en tu lenguaje y acciones. La paz interior es como un jardín secreto en el corazón, un lugar de serenidad y tranquilidad que florece con cada acto de bondad y comprensión. Es un santuario donde puedes refugiarte del ruido y el caos del mundo exterior, un lugar donde puedes encontrar la armonía y el equilibrio.

San Francisco de Asís dijo una vez, ‘Que la paz que anuncian con sus palabras esté primero en sus corazones’. La verdadera paz no es solo algo que proclamamos con nuestras palabras, sino algo que cultivamos en nuestros corazones. Es un estado de ser que se refleja en nuestras acciones, en nuestra forma de tratar a los demás, en nuestra forma de enfrentar los desafíos de la vida.

¡Recuerda siempre! cultivar la paz interior. Permítete ser amable contigo mismo, permítete ser paciente, permítete ser amoroso. Porque cuando cultivas la paz en tu interior, esa paz se refleja en tu lenguaje, en tus acciones, en tu vida. Y esa paz es un regalo que te das a ti mismo, un regalo que puedes compartir con el mundo.»

Javier Rojas, SJ.
Camino de Cuaresma.
Una luz en el desierto – Parte 15.